Mariana y Samuel se han mudado a un barrio idílico, el lugar perfecto para criar a Lía y Max de una forma más natural y respetuosa.

El suicidio de Magnus hunde a Mariana: en sus pesadillas Lía yace muerta. Mariana se apunta al AFA, anhelando control sobre la vida escolar de su hija.

Lía ha mordido otra vez a un compañero. Samuel se reivindica como padre, mostrándole el juguetito que acaba de comprar para que Lía canalice su rabia.

Mariana quiere recuperar la pasión, pero Sam no está por la labor. Ansioso por sentirse realizado, empieza a trabajar a sus espaldas y está cansado.

Sam visita a la terapeuta buscando no sabe muy bien qué, pero huye cuando ella toca hueso al preguntarle por su relación con su padre y con el alcohol.

Con Lía fuera de la escuela, Samuel trata de hacer de padre y de profesor a la vez, con poco entusiasmo y muy malos resultados. Es difícil compaginar.

Mariana y Samuel hablan del mal estado de su relación. Sam la deja tocada al acusarla de haber perdido el norte desde el suicidio de Magnus.

La casa de las suecas está llena de cajas de mudanza. Se marchan del barrio. Dos meses más tarde, la vida de Mariana y Samuel ha dado un vuelco.