Por mucho que lo intente, el príncipe Wein no parece fallar. Quiere aumentar el valor de su reino para venderlo a un alto precio y después retirarse, pero sus brillantes decisiones se interponen en su camino. Tras lograr que el imperio financie y entrene a sus tropas, una serie de victorias solo complica aun más sus planes.

De regreso a casa después de la victoria de Natra, el dulce sueño de Wein se ve frustrado por la realidad: la mina de oro capturada está agotada. Por si esto fuera poco, el contraataque del reino de Marden para recuperar la mina parece inevitable. Wein debe idear un plan que le permita defender la mina y sacar algún provecho de la situación. Entretanto, Fisch descubre un secreto sobre el pasado de Wein.

Wein recibe la visita de la princesa imperial Lowellmina, lo que le trae recuerdos de cuando estudiaban juntos en la academia militar. La princesa viene con el pretexto de fortalecer la alianza entre ambos países, aunque Wein sospecha que sus intenciones puedan ser otras. Durante una conversación, Lowellmina le hará una sorprendente proposición a Wein.

Wein descubre el verdadero propósito de la visita de Lowellmina, que afecta a la sucesión por el trono del imperio. Sin embargo, la visita sorpresa de un pretendiente inesperado enreda aun más los intereses estratégicos de ambos. Cuando la visita conduce a un hecho desafortunado, Wein y Lowellmina deberán ingeniárselas para salvar la situación.

Después del fatal accidente de Gerald, Wein visita a su padre, el marqués Grenache Antgadull. Wein le revela que conoce sus planes de rebelión contra el imperio, pero el marqués lo niega todo. Wein le ofrece un trato y el marqués parece aceptarlo, pero, tras regresar a su palacio, toma una sorprendente decisión. En el camino a casa, Wein es atacado por unos enemigos desconocidos.

Para sorpesa de Wein, el rey de Cavarin lo invita a participar en el Festival del Espíritu, pero el viaje es peligroso a causa de los restos del ejército de Marden que merodean por la frontera. Considerando que puede ser beneficioso, se dirige a Cavarin, pero es asaltado en el camino por un grupo no identificado, lo que coloca a Wein en una situación difícil.

Tras escuchar la información que Nimym obtuvo al espiar una conversación entre Levert y Holonuie, Wein presume que planean atacar Natra. Además, también sospecha del rey Ordalesse, a quien tiene previsto visitar próximamente. Zeno le hace una sorprendente propuesta a Wein y le pide acompañarlo en su audiencia con el rey Ordalesse. Sin embargo, la reunión con Ordalasse se desarrolla inesperadamente y termina con consecuencias fatales.

Falanya se ofrece a asistir a un evento importante en Mealtars en lugar de Wein, lo que altera el plan de Lowellmina. Pero tras la sorpresa inicial, se recompone e intenta que Falanya diga que Natra apoya a Lowellmina en la sucesión por el trono imperial. Cuando un príncipe imperial arrincona a Falanya, llega una ayuda inesperada.

Wein llega para salvar a Falanya, pero el agotamiento le pasa factura. Lowa busca el consejo de Wein. Los príncipes imperiales sospechan de que Wein está implicado en un intento de envenenamiento. Cuando los príncipes rodean a Mealtars, Falanya convence a su pueblo para que se una y frustre la agresión.

Sirgis, el canciller del reino de Delunio, muestra su preocupación a Zenovia porque los bienes imperiales que les exporta Marden sean fraudulentos, pero Wein le asegura que son de Natra. Días después, Wein visita Solgest y queda fascinado por la prosperidad de la ciudad. En lugar de buscar lucrarse con el comercio, intenta forjar una alianza con miras a formar un frente común frente a Delunio. Zenovia vuelve a demostrar su utilidad.

Wein, que está a merced del plan de Gruyere, encara un encuentro con Sirgis y Zenovia con el objetivo de lograr la paz con el reino de Delunio. Zenovia insiste en que ha habido un desafortunado malentendido, pero la relación entre los reinos de Delunio y Solgest es más fuerte de lo esperado. Zenovia hace una gran apuesta para romper esa relación. Por su parte, Wein hace una oferta a Sirgis. ¿¡Se trata de una estrategia más absurda que vender el Reino de Natra…!?