La rebelión que comenzó Espartaco ha crecido a miles y ahora, con la ayuda de Crixo y Gannicus se dirigen a la conquista de Roma. Sin embargo, desconocen que los poderes del Imperio han pedido ayuda al ambicioso y adinerado Marco Crasso para que los ayude en la campaña junto con un joven Julio César.

Spartacus lidera un cuidadoso asalto en busca de provisiones y cobijo para su gente. Crasso reune un temible ejército y recibe un inesperado visitante.

Spartacus se plantea un sorprendente trato con una banda de merodeadores para asegurase de que su gente se mantienen provista y alimentada. El hijo de Crasso, Tiberius, toma una osada y funesta decisión.

La posible infiltración de un espía romana causa mucha tensión entre Spartacus y sus hombres. Crasso recupera una forma de castigo largamente abandonada en Roma para enseñar a sus soldados una brutal lección.

Spartacus pone en marcha un plan para debilitar a las fuerzas de Crasso y tomar la delantera. La traición amenaza con frustrar el plan.

Como Craso lidera un ataque contra la ciudad ocupada por los rebeldes, Gannicus se encuentra atrapado tras las líneas enemigas. Tiberio se encarga de Craso para celebrar una fiesta en honor de un hombre que desprecia.

Las fuerzas de Espartaco se encuentran atrapadas en una cresta intransitable por la nieve, y Crixus discute sobre el método de escape. Craso descubre cada vez más sobre lo difícil que es controlar las acciones de los más cercanos a él.

Espartaco y los rebeldes llegan a una encrucijada. Con las tropas de Craso implacables conduce a sus hombres con fuerza en la búsqueda de Espartaco. El conflicto entre César y Tiberio se intensifica.

Craso se entera de que un hombre romano está intentando robar la gloria de derrotar a Espartaco. Espartaco tiene como objetivo asegurar una moneda de cambio que puede usar contra los romanos.