Spartacus sigue formando un ejército formidable y burlando a los mejores comandantes de Roma. Los poderes del Imperio se ven obligados a recurrir al rico y ambicioso Marcus Crassus para que ayude en la campaña.

Spartacus lidera un audaz asalto para proporcionar comida y refugio a su gente. Crassus construye un temible ejército y recibe un visitante inesperado.

Spartacus considera la posibilidad de llegar a un acuerdo con una banda de saqueadores para asegurarse de que su gente se mantenga abastecida y alimentada. El hijo de Crassus, Tiberius, toma una decisión audaz y fatídica.

La posible infiltración de un espía romano hace que aumente la tensión entre Spartacus y sus hombres. Crassus resucita una forma de castigo romano abandonada hace tiempo para dar una lección brutal a sus soldados.

Spartacus pone en marcha un plan para debilitar a las fuerzas de Crassus y obtener la ventaja. La traición amenaza con frustrar el plan.

Mientras Crassus dirige un ataque contra la ciudad ocupada por los rebeldes, Gannicus se encuentra atrapado tras las líneas enemigas. Tiberius recibe el encargo de Crassus de celebrar una fiesta en honor de un hombre al que desprecia.

Sus fuerzas están atrapadas en una cresta infranqueable, cubierta de nieve, y Spartacus y Crixus se enfrentan por el método de escape. Crassus descubre que cada vez es más difícil controlar las acciones de sus allegados.

Spartacus y los rebeldes llegan a un cruce de caminos. Con el implacable Crassus conduciendo a sus hombres con fuerza en la persecución por Spartacus, el conflicto entre Tiberius y César se intensifica.

Crassus se entera de que un prominente romano está intentando robar la gloria de la derrota de Spartacus. Spartacus pretende asegurarse una moneda de cambio que pueda utilizar contra los romanos.